domingo, 19 de julio de 2009

OLOR A FRUTA MADURA

Este cuento rondó mi cabeza por años y fue finalmente escrito en septiembre de 2006.


OLOR A FRUTA MADURA


De repente sentí su olor. Me besó. Y pude ver la pasión de siempre en esa mirada. Yo sentí que me tocaba por primera vez. Entonces recordé otro tiempo, otras veces. La misma piel, el mismo aroma. Cuando volteé a mirarlo, en la semipenumbra, sólo pude ver unos ojos claros y sentir unos labios que me besaban suavemente, palmo a palmo. Y aquel olor.

Este hombre huele a fruta madura, a madera, a bosque. Las manos suaves, grandes y frías, me acariciaron casi sin tocarme, hasta que se pusieron tibias y me estremecieron de placer. Como siempre, como antes, como nunca, no vi su rostro. Su voz era un susurro y sus manos calmadas, lentamente, sin prisa alguna, exploraron toda mi geografía, sin que yo pudiera –o quisiera- oponer resistencia. En la eternidad de unos segundos pasó el tiempo infinito y toda la ausencia de largas noches sin sueños se disolvió en el aroma de su piel.

- Volviste.

Su voz grave sonó bajito sin despegar sus manos de mì.

- Volví. ¿Me extrañaste?

- Te extrañé. ¿Dónde estabas?

Se quedó en silencio y en la oscuridad sentí sus ojos clavados en los míos. Suspiró profundamente.

- Viví realidades y no soñé más. Dejé de soñar cuando no pude volverte a traer. Viví como cien años sin sueños y no podía hacerte regresar. Creí que no volvería a verte jamás.

- Y tú, cuéntame: ¿Quién habitó en tus sueños cuando yo no estaba?

Dudé mucho antes de responder. No encontraba la forma de explicarle que todos esos siglos que no estuvo en mis sueños, busqué su olor en cada hombre que cruzó por mi camino. Que no conseguí unas manos que tocaran más que mi cuerpo, mi alma, mi esencia. Que intenté dormir y dormir para que volviera a mí. Que nadie en la realidad olía como él, acariciaba como él. Que nunca entró nadie a mis sueños a despeinarme y recorrerme el cuerpo y el alma con caricias de cielo y fuego. En vez de eso, pregunté:

- Si te vas de nuevo, ¿cómo te busco? Y si te encuentro, ¿cómo te reconoceré?

Recorrió mi cuello con sus labios en una caricia que creí haber olvidado y que sin embargo me estremeció como siempre. Siguió por mi nuca y espalda. Después de una breve eternidad, suavemente me dijo:

- No tendremos que buscarnos. Y me reconocerás. Como siempre has sabido que soy yo y no otro. Por el aroma, por las manos, la voz, los besos. Lo sabrás.

Por primera vez en todos esos años en los que él vino y se instaló mil veces en mis sueños, la pregunta me salió del alma:

- ¿Cuándo despiertas me recuerdas?

No respondió. Me metió en su cuerpo, me abrazó con fuerza, apretándome hasta que sentí que me faltaba el aire.

- Hace frío.

Suspiró de nuevo y acercándome un poco más a su piel me susurró suavemente:

- Te recuerdo. Cada vez que te sueño, despierto deseando seguir dormido, contigo. Y todo este tiempo que no te soñé, viví en una pesadilla. Dime de nuevo que me extrañaste.

- Mucho. Siempre.

Enredó sus dedos en mis cabellos y empezó a jugar con ellos en un gesto que movió toda mi añoranza y consiguió sacar una lágrima que rodó por mi mejilla hasta su pecho desnudo. Entendimos ambos que esa era la respuesta. Recogió con su lengua la lágrima fugitiva.

-Sabe dulce, como sabes toda tú.

- Y si me encuentras, ¿cómo sabrás que soy yo? No conoces mi nombre ni has visto bien mi rostro. Podrías confundirme con alguien semejante.

En esa desesperante y a la vez tibia oscuridad que nunca me dejó ver sino sus claros ojos, dijo:

- Nadie se estremecerá bajo mis manos como tú. Probaré las lágrimas y la piel hasta que encuentre ese tu dulce sabor y entonces me dirás que huelo a fruta madura, a madera, a bosque.


1 comentario:

  1. Me encanta la frase "viví como cien sueños", onírica, lindísima. Que alegría que te animaste a abrir tu blog. Un abrazo!

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