domingo, 11 de julio de 2010

Dos veces la misma muerte...

Anoche, alrededor de las 9:30, salí a buscar a mi hija menor. Al bajar de la Cota Mil por La Castellana, hacia Chacao, uno de los tantos "lavacarros" que pululan por la zona, se me atravesó. Ahora me doy cuenta que, seguramente, aprovechó la iluminación que le daba mi carro para cruzar. Lo hizo tan cerca, que pude ver nítidamente su rostro, su ropa. Creí que el impacto era inevitable y no frené. Ni siquiera lo consideré. Pensé que seguramente saldrían de la nada dos o tres cómplices más, para robarme y sabrá usted cuántas cosas más. Con el corazón en la boca, aceleré.

En esta Venezuela violenta, reinado de impunidad absoluta a todo nivel, hemos terminado por convertirnos todos a esta paranoia. Fríamente, sin ninguna compasión, decidí que no iba a parar y que si lo mataba, bien muerto allí se iba a quedar. Lo que me estremeció fue la sangre fría con la que decreté la muerte de un semejante.

Y llegué a recoger a Fabiola temblando. Llorando por esa Herminia incapaz de matar a un semejante que murió de nuevo anoche. Que pasó por esa misma muerte hace un montón de años cuando dos rufianes intentaron, a punta de pistola que es entregara el carro. No lo hice y expuse mi vida y dedicí pasarle por encima al que me encañonaba, porque no iba a entregarles cuatro niños pequeños que iban conmigo. El carro era lo de menos. Siempre se puede reponer. Afortunadamente, por mi expresión deben haber sabido que no había marcha atrás y se fueron. Me libré de matarles. A veces Dios existe y cuida de nosotros.

En esta vorágine de violencia, lloro otra vez por la que jamás volveré a ser. Me siento terriblemente mal conmigo misma y por otro lado, extrañamente serena al saber que en esta jungla salvaje, mi instinto de supervivencia y el de protección a la especie funcionaron y siguen funcionando. ¡Qué tristeza haber llegado hasta este extremo! Fabiola ha intentado consolarme sin mucho éxito.

Anoche, contra todas mis buenas costumbres, me senté yo sola a beberme tres tragos de tequila puro. El alma, poco a poco, me volvió al cuerpo. Un alma triste, decepcionada, pero también aliviada de estar a salvo de haber cometido un acto horrible. La pregunta que me queda es: ¿Hasta cuándo?

1 comentario:

  1. ¡¡BESTIAL!! Has conseguido que yo tambien estuviera en ese carro. Lo vi, pero no lo he vivido hasta hoy.

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